El uso moderno de armas químicas comenzó con la Primera Guerra Mundial, cuando ambos bandos del conflicto utilizaron gas venenoso para infligir sufrimiento atroz y considerable número de bajas en el campo de batalla. Dichas armas consistían esencialmente conocidas sustancias químicas comerciales introducidas en municiones habituales como granadas y proyectiles de artillería. Entre las sustancias químicas empleadas se encontraban el cloro, el fosgeno (un agente sofocante) y el gas mostaza (que provoca dolorosas quemaduras en la piel). Los resultados fueron indiscriminados y a menudo devastadores. Se produjeron casi 100.000 muertes. Desde la Primera Guerra Mundial, las armas químicas han causado más de 1 millón de muertes en todo el mundo.
Como resultado de la indignación pública, en 1925 se firmó el Protocolo de Ginebra que prohibió el uso de armas químicas en la guerra. Si bien fue un gran paso, el Protocolo presentaba una serie de lagunas significativas, tales como la falta de prohibición del desarrollo, la producción o el almacenamiento de armas químicas. Otro aspecto problemático es que muchos Estados que ratificaron el Protocolo se reservaron el derecho de usar armas prohibidas contra Estados que no eran partes en el Protocolo o como represalia en caso de que se utilizaran armas químicas contra ellos. Durante la Segunda Guerra Mundial se usaron gases venenosos en campos de concentración Nazis y en Asia, aun que no se emplearon armas químicas en los campos de batalla de Europa.
Durante el período de la Guerra Fría, se observó un significativo desarrollo, fabricación y almacenamiento de armas químicas. En las décadas de 1970 y de 1980, se calcula que unos 25 Estados estaban desarrollando capacidades relativas a armas químicas. No obstante, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, según informes, se han utilizado armas químicas solo en pocos casos, principalmente en Iraq en la década de 1980 contra la República Islámica del Irán.
Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, la Producción, el Almacenamiento y el Empleo de Armas Químicas y sobre su Destrucción
Tras 12 años de negociaciones, la Conferencia de Desarme adoptó la Convención sobre las Armas Químicas en Ginebra el 3 de septiembre de 1992. La Convención sobre las Armas Químicas permite una rigurosa verificación del cumplimiento de los Estados partes. La Convención sobre las Armas Químicas quedó abierta a la firma en París el 13 de enero de 1993 y entró en vigor el 29 de abril de 1997. La Convención sobre las Armas Químicas es el primer acuerdo de desarme negociado dentro de un marco multilateral que contempla la eliminación de toda una categoría de armas de destrucción en masa bajo un control internacional de aplicación universal.
A fin de prepararse para la entrada en vigor de la Convención sobre las Armas Químicas, se constituyó una Comisión Preparatoria de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) encargada de elaborar procedimientos operativos detallados y de establecer la infraestructura necesaria para el organismo de ejecución permanente dispuesto en la Convención. La sede de esta organización se estableció en La Haya (Países Bajos). La Convención sobre las Armas Químicas entró en vigor el 29 de abril de 1997, 180 días después del depósito del 65° instrumento de ratificación.
Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ)
Con la entrada en vigor de la Convención sobre las Armas Químicas el 29 de abril de 1997, se estableció formalmente la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ).
La Secretaría Técnica de la OPAQ se encuentra en La Haya (Países Bajos). En la actualidad, 189 países, que representan alrededor del 98% de la población mundial, se han adherido a la Convención sobre las Armas Químicas. La misión de la OPAQ consiste en aplicar las disposiciones de la Convención sobre las Armas Químicas y garantizar un régimen transparente y creíble para verificar la destrucción de armas químicas; prevenir su reaparición en cualquier Estado miembro; brindar protección y asistencia contra las armas químicas; fomentar la cooperación internacional en los usos de la química con fines pacíficos; y lograr la adhesión universal a la OPAQ. La cooperación entre las Naciones Unidas y la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas está regulada por el acuerdo de relación entre ambas organizaciones adoptado por la Asamblea General en septiembre de 2001.